¡Eduquemos niños mentalmente sanos!
- Carlos F. Hurtado Fajardo
- 18 may 2023
- 7 Min. de lectura
Es posible que te estés preguntando en este momento porque debes leer estas notas si tu hijo,efectivamente es un niño mentalmente sano, no tiene ninguna enfermedad diagnosticada ni tampoco algún mal del cual tú debas preocuparte; sin embargo, déjame decirte que es ese justamente el mal que nos aqueja a muchos como padres. No tenemos conocimiento suficiente acerca de la salud mental en general y mucho menos de la salud mental infantil y para ser honestos poco nos hemos preocupado por estudiar al respecto, analizar la situación y entender los conceptos; hasta hoy nos acompaña un desconocimiento total y diría que voluntario del tema, la estigmatización de la salud mental sigue siendo un mal social, la falta de atención y la falta de compromiso, comunicación y acción mantienen las tasas de suicidio infantil y juvenil en cifras que nunca deberían existir. Créeme, un niño o un joven no se suicida de la noche a la mañana, esto tiene un camino largo y doloroso con muchos puntos negros en medio que en muchos casos podríamos desvanecer si estuviésemos atentos, si supiéramos observar, realmente observar con atención el comportamiento de nuestros hijos, si en realidad los conociéramos y pudiéramos así descubrir las primeras señales de alerta, si prestáramos atención, si buscáramos ayuda cuando se necesita, si nos tomáramos el tema en serio y como sociedad hiciéramos lo pertinente cada uno en nuestro rol.
Me inquieta mucho el desconocimiento y la poca o nula importancia que se le da a la salud mental en nuestros hijos, muchos padres siguen creyendo que la “salud” es la ausencia de “enfermedad” y por lo tanto que la “salud mental” es la ausencia de “enfermedad mental” nada más lejano de la realidad, si tomamos en cuenta la definición de la Organización Mundial de la Salud, La Salud Mental es el estado de bienestar en el cual cada individuo desarrolla su potencial, puede afrontar las tensiones de la vida,puede trabajar de forma productiva y fructífera y puede hacer una contribución a su comunidad; siendo la Salud Mental en la Infancia el estado en el cual se alcanzan los indicadores del desarrollo y los
indicadores emocionales, así como también se aprenden habilidades sociales saludables y cómo enfrentar los problemas que puedan presentarse a lo largo de la vida. Queda claro entonces que tener salud mental no es simplemente la ausencia de un trastorno mental. Los niños que no tienen un trastorno mental podrían diferenciarse unos de otros en que tan bien se encuentran, como se relacionan en diferentes entornos, como afrontan diferentes situaciones en su diario vivir, como manejan las emociones, que les causa angustia, como afloran sus fortalezas y cómo manejan sus debilidades y frustraciones, entre otros.
Los trastornos mentales en los niños se describen como cambios serios en su forma habitual de aprender, comportarse o manejar las emociones, estos sin duda no llegan de un día para otro y los niños necesitan de padres comprometidos que puedan detectar prontamente señales de alarma para acudir al especialista y ser atendidos oportuna y profesionalmente; Por otro lado, están el mayor número de niños, aquellos niños que no presentan trastornos mentales y que están en plena etapa de desarrollo, desde su concepción, nacimiento, infancia o niñez y más allá, pues recordemos que siempre podemos aprender o reaprender y que como seres humanos estamos en permanente evolución hasta el final de nuestros días.
¿No eres psicólogo o psiquiatra? yo tampoco, pero definitivamente el tema me apasiona y por motivos personales y familiares e investigado tanto como no te alcanzas a imaginar, sin embargo no soy quién para profundizar en conceptos médicos propiamente dichos, respeto mucho los profesionales de cada campo y no es mi intención escribir sobre ello; Mi interés real es despertar conciencia social respecto a la importancia de educar niños mentalmente sanos, quiero mover esa fibra que como padres tenemos, ese sentido común o quinto sentido, el olfato, no sé cómo le llames, pero me refiero a ese DON que nos acompaña desde que nos hacemos padres, pero que por desconocimiento, por juventud o tal vez por la misma cotidianidad no aflora lo suficiente en nosotros, o quizás damos media vuelta y lo ignoramos, no nos interesa o quizás por conveniencia o por egoísmo sin darnos cuenta lo sepultamos. Luego vienen los dolores, un hijo mentalmente enfermo, quizás con un dolor que pudiste evitar si hubieses prestado atención, si hubieses estado más presente, si lo conocieras, si hubieses hablado más, si hubieses jugado más, si supieras que lo movía, con que conectaba, adonde se dirigía.
Es fácil ayudar a los niños a crecer mentalmente sanos, pero definitivamente requiere de nuestro compromiso, nuestro tiempo, nuestra atención, nuestra dedicación como padres y por supuesto de nuestro interés en su desarrollo y de todo nuestro amor, pero lamentablemente los adultos estamos la mayoría del tiempo sumidos en un mundo en el cual las cosas le pasan a los otro y no a nosotros, a los hijos del vecino, no a nuestros hijos; nos movemos en un mundo acelerado en cual pocos saben a dónde van pero todos van de prisa, pocos tienen tiempo para lo importante sin embargo casi todos pierden horas en redes sociales con gente que no conocen, viendo cosas que no aportan valor, admirando joyas, yates, fiestas, mansiones, vestidos, paisajes y un sin número de asuntos alejados totalmente de su realidad, y seguimos escuchando en todas partes a los padres decir “No tengo tiempo”, y parece que quien no tiene tiempo es más importante o tiene una mejor posición en su trabajo, no tener tiempo es la moda, es la tendencia socialmente aceptada y valorada, yo creo que no se trata meramente de un tema de largas jornadas laborales, que se en muchas ocasiones son reales, pero estoy convencida que se trata de manera generalizada de un desconocimiento gigante de saber gestionar el tiempo, de poder centrarse y ser eficientes para luego poder desconectarse del mundo laboral y conectarse con su mundo real. En mi opinión se trata más bien de una decisión personal de vida, por ejemplo, llevar el celular atado a la mano como si fuese una extensión de ella, quizás sentarse a la mesa “a compartir” la cena pero cuando observas cada quien está en lo suyo, papá se ríe mirando su pantalla totalmente metido en su mundo, mamá está concentrada leyendo también en su pantalla y el pequeño por supuesto, ya aprendió que ese es el comportamiento adecuado así que también está jugando su juego favorito en la mesa.
Todo era aparentemente inofensivo, mamá estaba leyendo una receta que quisiera preparar algún día en familia, papá estaba viendo tonterías, veía ese gatito chistosísimo que se metió en la lavadora, jajaja. ¿De veras que hicimos de malo? se preguntan indignados el día de la terapia familiar. Sabes que tiene de malo, no hay que ser psicólogo para saberlo, no hay que esperar que el tiempo pase y que esta situación se perpetúe en el tiempo y haga estragos, lo que tiene de malo es que cada vez nos conocemos menos como familia, compartimos menos, hablamos menos, nos reímos juntos menos, jugamos menos, y cada
vez menos y menos.
Las pantallas han tomado el control de la vida familiar, dependiendo de la edad de sus hijos los padres han encontrado una solución magnífica a su falta de tiempo, dedicación o simplemente falta de interés a través de poner desde los más pequeños a ver diferentes tipos de dibujos animados, juegos etc. No tienen ni idea cuanto daño hace esto al cerebro, en los más pequeñitos por ejemplo el desarrollo natural del cerebro se atrofia pues encuentra una sobreestimulación en las luces brillantes y movimientos repentinos que no se ajustan a la vida real de la cual debería aprender y generar las conexiones neuronales apropiadas a su edad, tal como manifiestan varios estudios entre ellos el realizado por la
American Academy of Pediatrics “la pantalla que ven antes de los 18 meses tiene efectos negativos perdurables en el desarrollo del idioma, destrezas de la lectura y memoria a corto plazo del niño. También contribuye a problemas con el sueño y la atención”, por otro lado, si hablamos de los más grandecitos estamos afrontando serios problemas con el manejo del tiempo, las actividades que dejan de hacer los niños y que son beneficiosas y necesarias para su desarrollo, como el ejercicio físico, jugar en el parque, o simplemente jugar con sus juguetes en casa y crear mundos nuevos que salen de su imaginación. Los niños cada vez juegan menos, cada vez son menos creativos y a medida que crecen y su tiempo de exposición e interacción con las pantallas aumenta sus capacidades disminuyen y su relación con el mundo real se afecta cada vez más.
Con las pantallas al mando de nuestros hogares estamos formando niños exigentes, impacientes, inconformes e incluso violentos, los valores humanos han quedado rezagados y nos hemos olvidado por completo, o quizás nunca nos enteramos de que los valores humanos según lo demuestran varios estudios a nivel mundial están ampliamente relacionados con la salud mental pues es a través de los valores que se debe regir el comportamiento humano sirviendo como referencia a la hora de elegir o valorar acciones y cada persona elige consciente o inconscientemente su comportamiento de acuerdo a la tabla de valores que encuentren en su interior.
Cuando educamos nuestros niños en valores y volcamos nuestro corazón a lo importante estaremos fundamentando en ellos bases sólidas para conseguir una mejor autorregulación emocional ante los eventos trascendentales o cotidianos que suceden, tendrán mayor conocimiento de sí mismos, mayor conocimiento y aceptación de la realidad y contarán con una brújula clara que guíe su camino; por otra parte desconocer los valores humanos y regir nuestra vida por los antivalores que están liderando el mundo digital aumenta los niveles de frustración, ansiedad y tristeza en niños y adultos.
Como conclusión, sabiendo que la sociedad está enfermando a pasos agigantados y que en el mundo las enfermedades mentales están desbordadas, soy consciente que llegan momentos en los cuales necesariamente se debe buscar ayuda profesional e incluso medicarse si fuese el caso, al mismo tiempo soy una convencida que podemos tomar acción en el núcleo de la familia para mantenernos sanos y ayudar a nuestros hijos a crecer sanos, ejecutando pequeñas acciones en el día a día, haciendo elecciones inteligentes de estilo de vida, proyectando los resultados de nuestras acciones cotidianas a largo plazo, entre otras muchas cosas que podemos hacer, es por eso que quiero invitarte a que hagas el cambio, quédate conmigo, en el próximo blog vamos a profundizar en este interesante tema y te voy a dar estrategias, te voy a decir que hacer y qué no hacer para que puedas ayudar a tus hijos a tener un desarrollo emocional pleno e incorporar adecuadamente los aprendizajes apropiados a su apropiados a su edad ayudándoles así a crear conexiones útiles en su cerebro que los acompañen y guíen por siempre.
Si consideras importante lo que aquí has aprendido, te invito a que te suscribas si aún no lo has hecho, y te quedes conmigo para descubrir más y más temas interesantes que nos ayudarán a transformar la sociedad a través de la crianza de nuestros hijos como líderes de talla mundial.
Recuerda: La sociedad no es el otro, la sociedad soy yo, el otro y cómo interactuamos, por eso todos podemos realmente hacer algo por cambiar nuestra realidad y definitivamente siento que estamos obligados a hacer algo para cambiar la sociedad en la cual se moverán nuestros hijos.
Quédate conmigo, te espero en mi próximo blog.

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